Desde hace tiempo se lleva especulando con la nueva generación de videojuegos. Los temas a debate giran en torno a cómo será su soporte, cuál será su distribución y qué coste tendrá. No obstante, la incertidumbre de saber como serán los gráficos de la próxima hornada de consolas es la conversación estrella en todos los círculos de jugones. Ahora que la industria ya ha dado sus primeros pasos dentro del HD, es momento de pensar en texturas hiperrealistas, mayor carga poligonal y animaciones mucho más suaves y pulidas, pero lo que no hemos hecho es pararnos a pensar en si estamos siguiendo el camino correcto. Yo, que me he criado en la época de los Spectrums, Ataris y pantallas monocromo, considero que mi imaginación aplicada a los juegos ha sido, es y será más importante que un sobresaliente apartado gráfico, que le hace el trabajo sucio a nuestro cerebro.
El verano pasado AMD anunció que se encuentra trabajando en el pelotazo de los gráficos: Cinema 2.0. Se trata de un sistema cuya finalidad es dotar a los juegos de efectos más propios de las películas en tiempo real, y, por lo que se ve en los vídeos, el salto en cuanto a iluminación es espectacular, llegando a ser completamente imposible diferenciar una imagen real de una generada por ordenador. Atentos a los ejemplos a partir del minuto 5:10.
Por otro lado tenemos a una empresa, Image Metrics, que desde el GTA IV lleva trabajando con la captura facial de la manera más innovadora. Se acabó el tener que realizar el proceso con una engorrosa capa de sensores porque esta gente es capaz de atrapar la actuación de los actores con sólo grabarles, y los datos irán automáticamente a la malla del personaje. Desconozco el método de funcionamiento de este invento, pero lo que salta a la vista son los resultados obtenidos y la disminución en gastos de maquillaje y equipo especial que supone para las compañías. Está claro que la combinación de estas dos tecnologías, junto con el aumento de procesamiento de las nuevas consolas y una mayor definición en cuanto a animaciones, logrará meter en nuestros hogares el mayor realismo jamás visto en una pantalla.
Visto lo visto, la pregunta del millón es: ¿y todo esto para qué? Muchos, entre los que me incluyo, estamos deseando que lleguen los nuevos motores gráficos, pero a la hora de la verdad yo no veo viable un Call of Duty extremadamente fiel a la realidad, o un GTA con rostros tan creíbles que nos cueste trabajo eliminar a los personajes para continuar con la partida. Puede que algunos no lo sepáis, pero en el pasado ya se sentaron las bases de este dilema. Hace tiempo se intentó hacer algo parecido a la extrema realidad: eran los juegos digitalizados que nos mostraban actores reales interpretando sus papeles para que nosotros interactuáramos con ellos. Sendos ejemplos los encontramos en Lethal Enforcers, Mortal Kombat, Los Justicieros y Star Wars: Rebel Assault. Sin embargo, si nos fijamos en esta colección de títulos nos damos cuenta de que ninguno planteó la violencia con extrema veracidad.
Así, en Lethal Enforcers los enemigos morían como si de una película antigua se tratara, sin sangre y con posturita artificial a la hora de caer, lejos de buscar la realidad o el impacto conseguidos con los shooters de hoy; con Mortal Kombat la sangre se llevó a la parodia, con chorretones cayendo al suelo y fatalities surrealistas, parodiando estos incómodos momentos al más puro estilo Tarantino y su Kill Bill; Los Justicieros bebía del western más inocente obviando la dureza de las obras de Sergio Leone; en Star Wars no existe tal problema puesto que está basado en la trilogía original de George Lucas que, como todos sabéis, no se caracteriza por ser polémica. Nadie osó adentrarse en el terreno de lo crudo y escatológico, probablemente porque conocían el rechazo que podrían suponer unos sprites tan realistas con un contenido tan adulto.
En mi opinión, el futuro de los videojuegos plantea un debate a corto plazo sobre a qué nos gustaría jugar y, fundamentalmente, si esta carrera tecnológica está llegando a un punto muerto donde será necesario buscar otro tipo de innovación. Mientras que en géneros como las aventuras gráficas, los simuladores o los juegos de rol el realismo no supone un inconveniente, en shooters no fantásticos, juegos violentos o con acciones violentas contra personajes humanos provocaría una brecha moral entre los jugadores. Yo no me veo matando a un soldado que guarde cierto parecido con alguien a quien conozca, ni tampoco haciendo el mal cuando me cuesta distinguir entre el avatar y el modelo real. ¿Vosotros que pensáis?