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Gran Torino y la educación en el cine

grantorino01 El otro día fui al cine a ver Gran Torino, un peliculón que no debéis dejar pasar si os gusta el buen cine. En pocas palabras, esta película demuestra que con pocos medios se puede contar una buena historia (que esté Clint Eastwood al mando también ayuda), que hay películas que es mejor verlas en versión original (la voz de los pandilleros es ridícula, parecen salidos de una serie de dibujos animados del Disney Channel) y que los Oscar están más amañados que una escopeta de feria (¿8 Óscares a Slumdog Millonaire y ninguno a ésta? Por favor…). No es una película de acción ni de drama, es una película para reirte, disfrutar, y pensar en toda la hipocresía que hay por ahí suelta escondida detrás de lo políticamente correcto.

Sin embargo, hay algo que me pareció bastante indignante, que no tiene que ver con la película en sí, pero que haría a Walt poner mala cara y gruñir: la educación de la gente. La película estaba programada para las 10’40 y a esa hora comenzaron los trailers; es normal que estén encendidas las luces cuando se emiten para que la gente encuentre sus asientos fácilmente, pero el caso es que la gente no paraba de entrar incluso cuando la película ya había comenzado y las luces permanecían encendidas… Yo entiendo que si hubiesen apagado las luces, posiblemente se habría montado más revuelo al tener que ir a ciegas buscando los asientos, por lo que no voy a decir que haya sido una actitud incorrecta del cine, pero si la gente sabe que la película empieza a una hora determinada, que esté a esa hora, por educación, más que nada.

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